Voy a tocarme esta noche


 Es de noche en mi apartamento y no hay nadie aquí más que yo.
Llueve a cántaros en mi ciudad. Aguacero, le llaman.
Tengo esta imagen indeleble en mi cabeza. Diría inclusive que la imagen se forma en el horizonte visible desde mi ventana con las gruesas gotas de lluvia que caen violentamente contra el suelo guayaquileño.

 No hay duda, la imagen, su imagen cobra mayor claridad y definición en la lluvia. Es ella: sus grandes ojos verdes, acompañados de su sedoso cabello lacio, tan negro como mi alma.

 En aquella ocasión, era 29 de febrero. Ya de por sí, era un día inusual, pues sólo hay días como aquel una vez cada cierto número de años... En fin! ahí estaba yo, acabado de retornar entregando una máquina que reparé y estaba tomando el elevador que me bota directo afuera de mi apartamento. De repente, un antebrazo impidió que las puertas del ascensor terminaran de cerrarse y fue ahí cuando la vi. Las puertas del elevador vuelven a abrirse para revelar ese par de ojos. Son grandes, verdes y expresivos, pero no son redondos (si es que eso tiene algún sentido para alguien). Se supone que ese elevador sólo lo uso yo y todo debe ser una clase de "error de buena fe". Esa impresión desapareció cuando esos ojos se enfocaron en los míos. Su frondoso cabello negro y lacio despedía una fragancia que rápidamente llenó todo el ascensor.

 -"Disculpa, me equivoqué de ascensor?" fue lo primero que dijo. 

 Yo me encontraba completamente absorto frente a sus ojos y con la embriagante fragancia que se tomó por asalto mi ascensor.
Pudo haber pasado una eternidad, los dos atrapados ahí y entonces. El destino tiene formas irónicas de aterrizar a alguien. Un frío metálico que tocaba mi mentón, me trajo de vuelta a la realidad. Tenía una pistola apuntándome y cuando estaba seguro de que mi vida había acabado, escuché cómo trabajaban en mi cinturón. Me aterraba mirar abajo, porque sus ojos no dejaban de mirar a los míos.

 -"Detén el ascensor" dijo con calma, pero con determinación

 Lentamente, estiré mi mano izquierda hacia el panel y presioné el botón que paraba el elevador.
Estaba siendo asaltado? Estaba ella queriendo algo que tenía en mi apartamento?
No tardé demasiado en descubrir que lo que sea que esta desconocida buscaba; no sólo ya lo había encontrado, sino que ya estaba en su mano.
Sin decir una palabra, pero con una leve presión en mi mentón, entendí que no debía decir nada ni mover un músculo. Ella tenía su premio en su mano y lo empezó a masajear y lo empezó a explorar con su mano. Ella no despegaba sus ojos de los míos y todo el trabajo de medir, catalogar, apreciar o "catar" su trofeo, lo hacía con su mano y mi reacción ante semejante estímulo no se hizo esperar demasiado.
Parece que todo aquello que estaba buscando (eso creía), lo había encontrado. Claramente, yo estaba equivocado. Una vez más, la presión sobre mi mentón con el cañón de su pistola y lentamente sus ojos dejaban de estar frente a mí; descendían, pero no dejaban de mirar los míos.

 Mi pantalón estaba abierto y la pretina estaba a la altura de mis caderas. Al bajar la mirada, siguiendo a sus ojos, encuentro que ella metía su trofeo en su boca. Lo besaba, lo saboreaba, lo metía tan profundo en su boca como podía. Una parte de mí sentía que estaba siendo puesto a prueba. Estaba siendo medido y pesado, como si de un juicio de pedigree se tratase.

 Por un momento, me había olvidado que aún tenía un arma de fuego apuntando a mi mentón, pero al querer mirar mejor hacia abajo, recordé porqué no había tratado de rechazar lo que estaba pasándome. Pero aún si no hubiera arma de fuego, en verdad trataría de rechazar lo que estaba sucediendo? Quiero decir, sólo en la más locas de mis fantasías, me habría visto envuelto en algo así y aquí estaba, atrapado en el ascensor con una mujer cautivadora que me estaba haciendo felación porque sí.

 Sus besos, sus lamidas, la fuerza con la que succionaba me tenían duro como nunca antes había estado y tan súbito como inició, terminé en…
todo el contenido de mi interior había encontrado su camino dentro la boca de la misteriosa mujer.
 
 -"Prende el ascensor" dijo con tono de misión cumplida. Cuando llegamos a mi piso, ella me echó con mucha fuerza fuera del elevador. Yo aún tenía mis pantalones abajo. Ella me sonrió y dijo: "Espero que te guste el pachulí". Las puertas se cerraron nuevamente.

 He pasado las últimas tardes y noches, mirando afuera de mi ventana; hacia el sol que se esconde detrás del Cerro, hacia la lluvia que dibuja su rostro. Voy a tocarme esta noche. Debo volver a sentir mi vida pender de un hilo y volver a mí. Debo volver a verla. Debo ser poseído por ella una vez más.